Dadores de vida

martes, marzo 17, 2009

Mis padres se conocieron en el barrio de La Santisima(de donde es oriunda mi madre) en la fiesta del lugar, ella de 15 años y mi padre de 18, él se encontraba haciendo su servicio militar cuando un amigo lo invitó a comer a la casa de su tio (hoy mi tío) -Le servi de comer a tu papá y ni lo pelé, ya después me sacó a bailar y ahí empezó todo- me contó una noche mi madre, eran jóvenes e inocentes, sin duda, ambos con historias de vida muy similares que con el tiempo les dejaron un gran cumulo de enseñanzas, la noche empezaba a caer, entre sones y danzones se enamoraron, -Aserina estaba de moda- agregó, esa noche mis padres se abrazaron por primera vez para nunca volver a separarse.

Duraron 5 años de novios, mi padre tuvo que soportar las riñas en el Barrio de mi madre porque un tipo apodado "el ventanas" la asediaba y se dio a la tarea de separarlos, por otro lado mi padre era del barrio de Sn. Marcos, apodados "Los burros" y a los de ahí les caían mal. Poco a poco fue haciendo amigos y lo dejaron de molestar, pudo entrar sin complicaciones a ver a mi madre, así era el Xochimilco de antes, existía una identidad de tu lugar de nacimiento y una rivalidad que podríamos llamar "infantil" entre los Barrios, representada en partidos de fútbol y competencias por ver qué barrio tenía la mejor fiesta o mayordomía, hoy por momentos pareciera que se pierde esa identidad o al menos se modifica, se queda en la obscuridad del gran cumulo de caras sin nombre que caminan a diario por sus calles y que ni por error se dirigen un "Hola", "Buenas tardes" o de menos un "Qué me ves!", nuestros rostros se borran poco a poco por la monotonía y la apatía de las que somos presa.

Cuando mi padre estaba a punto de cumplir 24 años y mi madre entrada en los 21, decidieron casarse, dos años después tuvieron a sus primeras hijas, Guadalupe y Marta, mis hermanas mayores, a las cuales nunca pude llegar a ver cara a cara ni a llamarlas por su nombre, fallecieron al mes de nacidas, así como llegaron, se fueron... juntas, la palabra "hermana" siempre ha estado ausente de mi vocabulario, al igual que la palabra "abuelo", pero ese es maíz de otro costal.

Fue un golpe muy duro para mis padres, aún hoy en día cuando mi madre me cuenta la historia de mis hermanas no es raro que se le corte la voz, que guarde silencio por unos segundos y que les ofrende algunas lágrimas en recuerdo.

Años después vinieron mis hermanos y por último yo, el Xocoyotl (el hijo más pequeño) palabra nahuatl que algunas de mis tías aún emplean para llamarme, la vida decidió que no volvieran a tener una hija, tan solo 1 mes duró su dicha y nunca más volvieron a vivir esa experiencia, cortada de tajo.

Esta historia me ha dado muchas vueltas en la cabeza y ha sido motivo de varias reflexiones, la paradoja de mi vida comienza con dos muertes, si mis hermanas "hubieran" vivido, uno de mis hermanos y yo nunca habríamos nacido, pero en vez pensar de forma fatalista y pesimista, este hecho exalta más el milagro de la vida, de mi vida, de la que me tocó vivir, y me hace apreciarla aún más.

Nuevamente las leyes universales nos demuestran su exactitud, "Cuando algo muere, algo nuevo tiene que nacer", esa lección se me ha presentado muchas veces en mi vida, a veces nos duele mucho dejar ir algo o a alguien, porque cada cosa o persona que perdemos se lleva algo nuestro con ellos y viceversa, pero pasos más adelante en el mismo camino aparecen nuevas cosas, personas y experiencias, todo tiene un "por qué", nada es casualidad, todo es causalidad.

Éste post es un homenaje a mis padres y a la vida misma.

Gracias por haberme dado la vida.


"Ellos"

Mi madre, me enseñó a ser sensible ante este mundo insensible.

Mi padre, me enseñó la importancia de un silencio.


Juntos me enseñaron lo valioso de los pequeños grandes detalles de la vida, me enseñaron a reír, me enseñaron a llorar, a ser agradecido y desagradecido para luego no volver a serlo, a gritar, a guardar silencio, a ayudar a quien lo necesita en la medida de mis capacidades, me enseñaron a sentarme a la mesa con la persona más humilde o con la más poderosa y a tratarlos de la misma manera, me enseñaron que cuando se trata de personas no hay distinciones, me enseñaron lo efímero y banal de las cosas materiales, me enseñaron a darme cualquier gusto en esta vida, me enseñaron el valor del trabajo, me enseñaron a cuidar a los niños y a aprender de los adultos.


Mi padre, como siempre, reflexionando.



La lección más importante que les he aprendido es que los momentos se van, la vida es tan solo un respiro, también se va, no sin antes dejarnos algo tatuado en el alma, ese algo se llama experiencia y se compone de recuerdos, nada es permanente, al final de este camino solo nos queda eso... experiencia y recuerdos.



Buen camino!



Gracias.



Apéndice:

Pocas cosas son gratis en esta vida, un atardecer, un anochecer, las nubes y las estrellas, esas no cuestan, disfrútalas y lucha por lo que sí tenga un costo, no necesariamente monetario o material.


[Silencio]

2 vituperaciones:

Tomate dijo...

Que chingona reflexión.

Por un momento escuche a mi abuelita contarme la historia de la familia
"Es que tu tía Lupe caso con un hombre de San Juan y despues se fueron a vivir a San Esteban donde vivia su compadre"

Y mni tia alegandole "No.. estas equivocada.. ella caso en san Esteban y se fueron a vivir a san Juan"

Anónimo dijo...

grandioso...dar gracias es un acto superior.







(canon en Re - Pachelbell)